Juan M. Escudero Muñoz
A propósito de tu cambio de andén y tren, Jordi.
Nuestra común y buena amiga Linda Castañeda me ha ofrecido la oportunidad de enviarte un mensaje a propósito de que, según me cuenta, has decidido bajarte de un tren, en el que has viajado varias décadas, y subirte a otro, en el que viajarás de otro modo otras más.
Quiero aprovechar la ocasión y, desde luego, lo hago con sumo gusto. No solo porque de este modo voy a compensar algún proyecto antaño hablado y pensado, pero no llevado a cabo por diversas circunstancias ajenas, sino por algo mucho más significativo y relevante. Me he enterado de que, llegado a este punto, has decidido cambiar de tren y andén y, nada menos, que inaugurar otro viaje. Puedo comentar contigo algo al respecto pues, ya lo sabes, hace ya algún tiempo yo mismo pasé por esa misma estación: se trata de una decisión y opción importante, de esas que son capaces de marcar un antes y un después, dejando casi todo abierto respecto a cuáles vayan a ser las diferencias entre el ayer y lo de ahora. Viva el optimismo: serán como poco no muy distintas, quizás hasta mejores.
Por lo que te he conocido las últimas décadas, estoy plenamente convencido de que acertarás en el abordaje del cambio de rumbo que ahora te toca y has decidido acometer. En el fondo, eso es lo que más te deseo y lo que tú, sin duda, pelearás por acertar o, digamos más bien, seguir peleando. Apostando firmemente por el sentido, el camino y el norte a seguir labrando para ti y para otros, con ellas y ellos. Con aquellas personas más cercanas en vida, en tiempos y espacios e intereses; con aquellas otras también que, especialmente ahora en el mundo digital del que tanto sabes, habitas, hablas y nos comunicas, seguirán siendo tus compañeras y compañeros de viaje, virtuales o no, pero compañeros de viaje que es lo que importa.
Tú, que siempre has estado al día del último grito de las TIC, te imagino urdiendo ya, ahora mismo, ideas y posibilidades, urgencias, demandas, incertidumbres y temores al filo del meta-verso (qué palabra tan altisonante como procelosa). Según auguran algunos se nos va a colar dentro de nada creando entornos inexistentes pero efectivos, presencias ausentes generadoras de realidades irreales, un mundo, tal vez, alojado en la ficción, solo que ahora con un poder desconocido y previsible. Tendrá tal vez su haz y su envés, su cara amable o su rostro ominoso, su bien y su mal, al crear otro espacio expandiendo posibilidades inimaginables, fuera o más allá, ¡mare meua! lo que eso puede llegar a ser, de la tierra cotidiana y firme que hasta la fecha hemos solido pisar.
No quiero liarme, te lo decía solo porque, sabiendo cómo todo ese universo te ha sido y es especialmente querido y próximo, imagino que no vas a estar solo ni te vas a aburrir, ni siquiera en ese nuevo tiempo para ti cogido y nominado con la bella palabra latina jubilatio (una buena ocasión, ojalá, de practicar de una vez la tan proclama cultura de lo lento.
Este mensaje que te estoy escribiendo me va a servir además para celebrar contigo más en silencio —supongo que vas a tener otras celebraciones más bullangueras por el cambio de tren y andén antes citado— los legados vitales y profesionales que nos has ido legando los últimos años.
No tuve el privilegio de conocerte en mi etapa por el País Valenciano —recuerdo con nostalgia desde la atalaya de jubilado esa tierra tuya y su gente— pero sí lo he tenido después, particularmente las últimas décadas. En ellas he podido contemplar, y disfrutar, de tus presencias, algunas de ellas en vivo, y de otras, las más, virtuales, así como de otras escritas, más frías y distantes, pero no menos palpitantes.
Tus actuaciones, a modo de cuadros visuales repletos de palabras y gesticulaciones, me han llamado siempre la atención. Me han provocado admiración por tu capacidad elocuente de dar rienda suelta a torrentes de palabras. Palabras no confusas sino llenas de sentido. Gesticulaciones elocuentes y guiños a la audiencia. Audiencias prestas, por ello, a dejarse atrapar y seducir por tus dichos y anécdotas. Alegres de participar así en el juego de tus elucubraciones y el poder de las mismas al entrar en contacto con vidas, entornos y prácticas cotidianas. Tus reflexiones, que no rehúyen ideas y conceptos profundos, dejan de ser abstracciones vacías al interpelar e iluminar a tus auditorios que ven en aquellas reflejadas sus propias vidas, así como quizás apreciaciones que a más de uno o una se les podría haber ocurrido y tú lograste poner en palabras más precisas.
Tus escritos, salvando la bien documentada diferencia y distancia entre lo dicho y lo escrito, entre la sobriedad del texto y la abundancia de tonos resonantes de los escenarios, vienen a transmitir, con todo, una impresión bien parecida. Cualquier lector con ojos y mente despierta se percatará fácilmente de que también la escritura, tu escritura, así como la compartida con otros y otras colegas (aprovecho para aplaudir tu forma coral de interpretar la profesión), tiene siempre un guiño de complicidad con lo actual, lo pertinente y lo importante, lo ingenioso y creativo, la agudeza del comentario con la anécdota fácil y la carcajada frecuentemente (bueno, alguna vez que otra) provocada.
No querría dar la impresión de que, como buen conocedor que eres de los registros convenientes para una comunicación eficaz y provechosa, eres bueno en las formas, pero no tanto en la sustancia, en los temas y contenidos que aquellas envuelven. Más bien al contrario. Me ha llamado muy positivamente la atención tu esmerada atención no solo por los cómo sino también, y muy especialmente, por los qué y paraqué. Los cómo, los qué, paraqué y porqué de la Tecnología Educativa (TE), tu materia de adscripción, nominación y administrativamente identificación. Pero, y esto es lo bueno, no solo de ella sino, muy singularmente, de aquello con lo que esta irremediablemente conectada, la EDUCACIÓN, una condición de su posibilidad, su sentido y razón de ser, sus contribuciones en lo que a la TE le corresponde.
Me apetece mucho celebrar contigo, Jordi, el que hayas sido uno —no el único, pero sí alguien con una cierta voz propia— de quienes en nuestro querido país —tómalo en la acepción más lata e inclusiva posible: ¡qué tiempos estos, y qué país precisamente éste, donde cualquier palabra ha llegado a convertirse, la hemos terminado por reconfigurar como un dardo susceptible de llevar consigo veneno— tuvieron el acierto de advertir que la denominada Tecnología Educativa no podía, de ningún modo provechoso, quedar confinada a la más arcaica y burda cacharrería.
Precisamente por abrir ventanas hacia otras miradas y otros vuelos, ese sugerente campo de conocimiento, pensamiento, vida, experiencia y acción educadora, de interrogación permanente e investigación de sus más arcanos entresijos, hoy contamos, no ya en otros países más allá de los Pirineos y los mares sino aquí mismo, entre nosotros, con matrices disciplinares (disculpas por lo ampuloso del término) dignas de ser celebradas. Son valiosas para pensar y hacer una genuina educación enriquecida con la integración y el uso de todos los medios disponibles y por diseñar, y una tecnología plenamente sabedora de que es su casa (la casa EDUCACIÓN) la fuente de sus mejores significados, sentidos, propósitos, acciones, profesionalizaciones y contribuciones en pueden residir en su haber.
Todo ello quiero celebrarlo contigo, Jordi, reconociendo y dándote las gracias como colega del área por las indudables contribuciones que has venido haciendo estos años en tu afán de sustraer la tecnología del mundo de la mera ferretería resituándola, re-contextualizando (un término de gran resonancia didáctica y curricular) su forma, su sustancia y sus contribuciones a la educación de nuestra infancia y juventud (y no solo de una y otra) y a la profesionalización más genuina y enriquecida de quienes apostamos y apostarán por el gran empeño de educador/a sea cual sea el lugar y el espacio donde se ejerza. Aunque no soy un ferviente seguidor de redes, también creo que lo sabes, qué le vamos a hacer, nadie es perfecto, jejeje, no se me pasan tampoco algunas de tus presencias en las mismas. Precisamente cuando te escribía este mensaje (ya más largo quizás de lo debido) te descubrí el otro día en Twitter remitiendo, nada menos, que a una fuente inglesa relacionado con lo que allí denominan “powerful knowledge”. Me llenó de satisfacción sin resultarme sorprendente pues, en otras ocasiones, ya te había visto hacer gala, sin alharacas, de tu sensibilidad y búsqueda constante de temas densos y muy relevantes en el panorama nacional e internacional. Ya sean estrictamente relativos a temáticas TIC o, abriendo mucho y bien el abanico, ligados al amplio y fructífero hervidero de cuestiones psicológicas, sociales, epistemológicas y políticas de las que te has ido haciendo eco. Lo mejor, a mi entender, por lo demás es que de ese modo no se forma un batiburrillo de ladrillos yuxtapuestos sino, por el contrario, un amplio, diverso, profundo y complejo marco de referencia con el cual entender algo mejor lo que tenemos entre manos al educar y educarnos. Con el cual adquirir y operar con las mejores (bueno, las que seamos capaces de ir indagando, descubriendo, validando social y colegiadamente en ideas y prácticas educativas) herramientas (un término muy querido por nuestro común amigo Juan Sáez).
En fin, Jordi, vuelvo al principio. Te deseo una jubilatio tan plena al menos como así ha sido tu singladura por la profesión que has transitado hasta la fecha. Te auguro, sin pretensión alguna ni función inexistente de pitonisa, que seguirás discurriendo quizás por otros tiempos, otros lugares, sin duda por urgencias diferentes, espero que mejores, de mayor calma y sosiego, sin que ello vaya en menoscabo de la calidad e intensidad de las experiencias, aventuras y nuevos destinos desde este otro andén y otro tren que vas a tomar como viajero. Un fuerte abrazo, colega.