Acabo de leer la noticia de que «la Universidad Complutense de Madrid solicitará la suspensión de la Orden Ministerial que regula el Master de Formación de Profesorado». Es el antetítulo de un artículo firmado por Carlos Fernández Liria titulado «Primera victoria contra Bolonia» y publicado en una web llamada Rebelión.
La pieza no tiene desperdicio, pero mi parte favorita es la siguiente (el subrayado es mío):
¿Por qué se premia así a la pedagogía?
Se trata, en efecto, de un verdadero golpe de Estado académico. Lo que en realidad ha ocurrido es que determinados pedagogos bien asentados en puestos de poder han brindado una coartada epistemológica al Proceso de Bolonia. Han disfrazado de revolución educativa lo que en realidad no es más que una reconversión industrial de la Universidad, una puesta del conocimiento al servicio de la demanda empresarial. El Master en Formación del Profesorado no es sino el premio que se les otorga por los servicios prestados. Se prestaron a hacer el trabajito mafioso de la reconversión económica de la Universidad y ahora exigen ser remunerados.
Sus argumentos son siempre los mismos. Lo llevan siendo desde los tiempos franquistas de Villar Palasí, en los que ya se escuchaba esa cantinela: hay que terminar con la rigidez de la enseñanza (¡flexibilizar la educación, igual que el mercado laboral!), proponer una educación no memorística, una enseñanza participativa, no centrada en la lección magistral, no centrada en la enseñanza, sino en el aprendizaje, etcétera, etcétera. Es algo que ya viene repitiéndose desde los años setenta (sólo que entonces no se decía, como ahora, que tanta reforma se iba a hacer a coste cero, dañando la condición de funcionario y flexibilizando la condicional profesional del profesor). Esta ideología “pedagógica” se basa en una hipótesis muy discutible, por mucha aceptación que acostumbre a tener en los Institutos y Facultades de Ciencias de la Educación: la consabida idea (que no por consabida habría escandalizado menos a Platón y a Aristóteles) de que “quien sabe, no por eso sabe enseñar lo que sabe”. Este argumento es una falacia, pero ha sido esgrimido por los “expertos en educación” que asesoran al gobierno hasta acabar por abducirle. Se pretende así que (1) el saber matemáticas, o latín, o gramática, o física no significa saber enseñar matemáticas, saber enseñar latín, saber enseñar gramática, saber enseñar física; y que (2) el “saber enseñar como tal” sería un saber desconyuntable de los anteriores, objeto de las “ciencias de la educación”. Las dos cosas son falsas. Cualquier docente experimentado sabe que la cosa es exactamente al revés: la mejor prueba de que algo que uno creía saber no lo sabe en realidad es que fracasa al enseñarlo. Si no se sabe cómo enseñar algo es porque no se sabe suficientemente, y la consecuencia es que hay que estudiarlo más y mejor. Estudiar más física, matemáticas o latín, no más pedagogía. Por supuesto que siempre habrá grandes investigadores muy sabios que no amen la enseñanza y se nieguen a ejercerla. Pero no será porque no sepan enseñar, sino porque no quieren hacerlo, porque no les gusta la enseñanza, porque odian a los adolescentes, porque prefieren investigar, en fin, por mil razones que no tienen nada que ver con nada que un pedagogo pueda aportarles. Y por descontado, ningún curso de formación del profesorado les hará cambiar de opinión.
La teoría de que «si no se sabe cómo enseñar algo es porque no se sabe suficientemente»: es realmente curiosa. Pero sus implicaciones son preocupantes. Si un profesor de filosofía fracasa en enseñar, digamos, el significado del mito de la caverna a sus alumnos, es porque no se lo sabe bastante bien. Pues nada, más Platón y más caverna. O quizá es que no aprendió lo necesario sobre Hegel. ¡Y yo que creía que la educación y ser profesor era complicado! Esta nueva teoría arroja por fín luz sobre el fracaso escolar (profesores que no se saben bastante bien su «materia»), los resultados de España en PISA y Franco («ese pedagogo»). El autor tiene toda la razón cuando critica la pedagogía franquista de Villar Palasí. ¿Será que propone un giro progresista y científico hacia el memorismo, el autoritarismo, la lección magistral, la enseñanza (y no el aprendizaje) y etcétera, etcétera?
No debo haberlo entendido bien.
Hola Jordi,
A mí tampoco me dejó indiferente el artículo…
y lo que llevo peor es ver como estudiantes toman estos discursos (para ellos super libertarios y progres) defendiéndolos en sus ideas anti-Bolonia… qué mezcla.
Este discurso en ningún momento piensa en el estudiante, sino que es impulsado por profesores que ven peligrar su chiringuito. Que les da lo mismo la renovación metodológica y el aprendizaje del estudiante sino que piensan que si existe un posgrado de dos años de formación del profesorado, ellos se quedaran sin alumnos para su posgrado… el típico discurso de: «y de lo mío qué»
Y a menudo el estudiante se suma al discurso, porque también «sale perjudicado»… Antes intentabas ir a hacer el CAP donde menos tiempo fuera, aunque tuvieras que irte unos meses a salamanca y ahora tendrás que «perder» dos años… Pero, ¿quién piensa en el estudiante de secundaria que sufre al típico profesor que «sabe muchísimo pero tiene ni idea de enseñar»?…
Aún así, sigamos con el discurso de «fuera pedagogos de la universidad», y fuera ideas de la ILE, Cossío y compañía 😀 así nos va…
F.
El problema es que estos energumenos no estan solos.
Está muy claro, el profe que no sabe explicar es porque aún tiene que llenar su «gran vaso» de sabiduría sobre una materia. Pero llenarlo a tope, venga contenidos. Hasta que no esté llenito llenito no podrá abocar bien todo ese conocimiento en los vasos medio vacíos de los alumnos. Digo yo que tendrá que seguir llenando y llenando su gran vaso de conocimento para escanciar todo ese saber en las copas de más y más discípulos. ¿O eso se rellena automáticamente?
Entiendo que haya estudiantes que se apunten a la «nueva» teoría. No desentona con lo que conocen y con lo que a algunos les es más cómodo consumir. Porque ahí también se unen las ganas de consumir enseñanza universitaria en modo pasivo («lléname el vaso»), con los botellones que se gastan los grandes dinosaurios, «grandes investigadores muy sabios que no aman la enseñanza». O que les avergüenza reconocer que no saben enseñar. O sencillamente les trae sin cuidado el aprendizaje, que es el quid de la cuestión. Pues hala, a darle al botellón, versión caverna universitaria. Ya lo creo que es una teoría nueva, muy libertaria, y sobre todo moderna…
Esos de rebelión tienen miedo a los cambios! que paradójico. Y seguro que el que escribio no es docente de formación.
Hola Jordi
Muy todo esto ¿no?
De qué se trata en el fondo? De clientela.. o sea de que la Facultad de Filosofía y letras de la Complutense va a perder la clientela de postgrado. De hecho en el manifiesto con el mismo título o silimar de la Junta de dicha facultad después de varios argumentos parecidos a los del artículo aparecía claramente el argumento central: El master -criticable donde los haya y que no comparto tal y como está concebido- va a tener una gran acogida entre los graduados de los estudios de la Facultad, cosa que incidirá en los Masters, etc que tenemos ahora montados.
Se puede envolver con el papel de caramelo que se quiera… pero ese es el fondo de la cuestión…. y el problema es que puedan hacerles caso…
Un saludo