En los últimos días se han publicado un par de artículos en El País (firmados por ilustres profesores) en contra y en defensa (en orden cronológico) de la formación didáctica de los futuros profesores de secundaria. El primero se titulaba «La estafa del enseñar a enseñar«, el segundo «En defensa de la pedagogía«. El primero de ellos se hace eco de los argumentos que el Claustro de la Universidad Complutense de Madrid de 26 de mayo de 2008 esgrimió para solicitar al Ministerio la retirada del título de Master de Formación del Profesorado. En esencia afirman que para enseñar basta con «conocer y amar la materia» y si se fracasa como docente es porque no se conoce lo suficiente.
Carlos Fernández Liria, en un texto anterior titulado “Primera victoria contra Bolonia” publicado en un sitio web llamado Rebelión, exponía mejor los argumentos en contra de dicha titulación:
Las consecuencias de esta decisión descabellada [crear el Máster de Formación del Profesorado para la secundaria] pueden ser muy graves para la Universidad y también para la Enseñanza Secundaria y el Bachillerato (sic). La mayor parte de los alumnos universitarios que piensen en su profesión optarán por cursar el MFP y no un Master de estudios avanzados en filosofía, lingüística, física o biología. A medio plazo, eso sentencia de muerte los másteres de casi todas las facultades teóricas y clásicas.
¿Queda clara la razón de las críticas a los planes del Ministerio de que los profesores de secundaria tengan cuatro años de formación específica y un año de formación pedagógica o es necesario explicarla más?
El texto de rebelión debería hacer hincapie en la elección de los alumnos universitarios que quieran dedicarse a la docencia en secundaria. Un psicologo o matematico que quiera especializarse en su profesión tendrá que hacer sus propias maestrias para avanzar.
Por otra parte, ¿no es curioso que en este debate consecuencia de la aplicación de plan Bolonia coincidan las más radicales posturas, tanto de izquierda como de derecha? http://www.libertaddigital.com/opinion/agapito-maestre/el-fracaso-espanol-del-plan-bolonia-46902 /
Saludos
j
¡Queda claro, queda claro!
Y mientras, los problemas que tenemos en las aulas de secundaria, algunos de ellos debido a planteamientos didácticos obsoletos, siguen sin solucionarse. Y lo que es peor… en línea ascendente… ¡in crescendo!
Yo iría más lejos y propondría la revisión periódica de aptitudes o competencias del colectivo docente, funcionarios incluidos (me incluyo), asociada a una mejora del estatus profesional. O «desmejora»… Tal vez, llegaríamos a la conclusión de que, dicho máster podría ser interesante para algunos de los que integran nuestro colectivo, para los que la palabra «reciclaje» no tiene más alcance que el de colocar el cartón o el vidrio en su correspondiente recipiente o, a lo sumo, en la concesión de una serie de créditos, útiles para certificar el sexenio (=aumento de sueldo).
¡Saludos!
Creo que todo lo que se va haciendo mal pensando que alguien vendrá detrás para arreglarlo tiene en su momento el ajuste de cuentas doloroso que marca el sentido común. La universidad ha sido poco rigurosa con su clientela y con quienes habrían de ser sus sucesores naturales. Muchos de los mejores han desertado por la falta de oportunidades o por condiciones de ¿trabajo? penosas. Ahora, algunas titulaciones le ven las orejas al lobo y pretenden lavar su imagen. ¿Cuántos magníficos titulados se han dedicado a la docencia como plan B porque no han tenido acomodo en sus facultades? Y, al revés, ¿cuánto mediocre ha hallado cobijo a la sombra de afinidades electivas?
Los profesores nos apuntamos a cursillos para cobrar sexenios (el que los tenga), pero ¿qué hay de esas publicaciones universitarias prescindibles (o nefastas en muchos casos) que sólo se justifican por falsos criterios de productividad?
En este debate que estamos viviendo, lo que detecto es que, una vez más, la docencia universitaria y la secundaria permanecen no en mundos distintos sino en constelaciones distantes.
@Antonio: Amén. Pero en mi mundo ideal, a secundaria (y a primaria) van los mejores universitarios, porque la sociedad valora mucho a los profesores y les paga bien (aunque también espera mucho de ellos).
Antonio, “…En este debate que estamos viviendo, lo que detecto es que, una vez más, la docencia universitaria y la secundaria permanecen no en mundos distintos sino en constelaciones distantes…” , …galaxias, añadiría yo si nos acordamos también de Primaria.
En general y entre las etapas educativas obligatorias en particular, es impresentable (hoy y aquí) hablar de coordinación y cooperación entre sectores profesionales separados por algo más que contenidos, currícula, etapas o niveles educativos. Si no formamos un “cuerpo único docente” en etapas educativas “clave”, como las obligatorias, hablaremos de todo; buenos y malos, moros y cristianos, pedagógicos y antipedagógicos… con tal de no asumir como propia una cuestión común, la educación obligatoria cada vez más extendida como corresponde a países que ya no están en vías de desarrollo.
Jordi, yo ya no hablo de sueños ni de ideales, los tengo y me los reservo, pero no los utilizo como respuesta. Amén.
@Javier: No creo que sea impresentable «hablar de» coordinación, especialmente por la poca que hay. Debríamos hablar mucho de coordinación. Por ora parte, el cuerpo único de enseñantes, ¿acaso no es un ideal o un sueño hoy? Parece que también hablamos de sueños e ideales para responder.
Sí, la verdad, el cuerpo único docente, al menos en las etapas educativas obligatorias, sigue siendo un sueño, un ideal. La coordinación y cooperación entre etapas educativas es prácticamente nula, se da una especie de entelequia jerárquica entre nosotros, entre materias y niveles, etapas o ciclos, mezclada con un tono de compañerismo no menos irreal. Son muchas las cosas que nos separan como para asumir tareas tan importantes de coordinación y cooperación desde unas condiciones básicas de igualdad que poco a poco se van produciendo aunque de forma muy lenta.
Espero que los nuevos marcos académicos respecto a las nuevas licenciaturas suban el tono homologándonos a todos en un nivel superior y de partida, aunando la práctica docente y la teoría pedagógica de algún modo aún no resuelto entre nosotros. La amplitud de la escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años en nuestros actual marco comprensivo nos ha puesto a todos el listón muy alto.
Felices fiestas Jordi.
Yo daba mis clases como me las daban a mi en la universidad. Me apunté a todos los seminarios que pude, realmente motivado por mejorar. (Nunca he aprendido tampoco en tanto tiempo, y eso que los daba una catedrática en pedagogía). La conclusión era si aplicamos estos métodos que desastre asignatura troncal. Los profesores-alumnos pensabamos ¿cómo aplicamos esto para que aprendan-progresen algo y cubramos el expediente de la «innovación» a la vez.
Medio en broma medio en serio, nos inventamos la regresión educativa, la idea es si nuestros alumnos son más inmaduros apliquemos para alumnos menos maduros, esto es bachillerato (antiguo). Este cuatrimestre con la «regresion educativa» mis alumnos, tras siete parcialillos, creo que van a estar mejor preparados para la prueba final que aún no han hecho. No sería de extrañar que aprobaran el 90% frente al 30% del año pasado. Estos son mis poderes.
De la misma forma que la antipsiquiatría en los 70 con su crítica redujo la mala praxis de la psiquiatria oficial quizá lo que el movimiento de base de los que estamos en las trincheras, que nos gusta enseñar, pueda mejorar lo que saben hacer nuestros alumnos. Bien nombrado como antipedagógico por analogía a aquel. Como científico positivo, sólo creo en lo que experimentalmente esta demostrado, lo demás son juegos académicos.
@J. Rozas: ¿Cuál es la diferencia entre los profesores que «triunfan» y los que fracasan? ¿Se «saben» mejor su asignatura? ¿Tienen suerte con los alumnos que les tocan?