Web 2.0 y educación: ¿el «día de la marmota”?
Hace unos días se dijo en Twitter (creo que fue @juandoming, pero también estaban por allí @pvil, @eraser, @diegogg, @lindacq y un servidor) que la web 2.0 estaba “finiquitada” en educación, que la gente estaba decepcionada, etc. El tema se debió quedar dentro de mi cabeza, dando vueltas y golpeándose con las dos o tres ideas que tengo y las paredes del cráneo, porque esta mañana me he levantado recordando un artículo que leí hace unos meses (1) en el que la autora se preguntaba si corremos el riesgo de vivir de nuevo el ciclo de «bombo, esperanza y decepción» («hype, hope and disappointment») que según algunos autores han seguido todas las tecnologías de la información y la comunicación en educación en el último siglo (véase los libros de Larry Cuban, por ejemplo).
En el artículo se menciona una publicación de Mayes del año 1995 titulada “Tecnología educativa y el Día de la marmota”(2). La he buscado en la red y, por desgracia, no está online. Pero he encontrado el texto de una conferencia del 2007 del mismo autor en el que retoma el argumento y añade algunas reflexiones interesantes que me gustaría comentar aquí.
(Ahora es el momento de ponerle música de fondo a esta lectura. Si tienes instalado Spotify empecemos con esta: Sonny & Cher – I Got You Babe y haz que se repita una y otra vez… como en la peli).
En dos frases: Mayes decía en 1995 que, en tecnología educativa parecemos condenados a vivir un ciclo repetitivo de «bombo, esperanza y decepción». Aparece una nueva tecnología con aplicaciones educativas, nos creemos que revolucionará la enseñanza y el aprendizaje y, tras un tiempo de experimentos, proyectos, etc. en el que no pasa nada, nos decepcionamos. Entonces la abandonamos y, echando pestes de la anterior, nos “convertimos” a la siguiente tecnología que, naturalmente, lo revolucionará todo, etc. Y el ciclo vuelve a comenzar. Así ha sucedido, según algunos autores, una y otra vez desde hace décadas: el cine, la radio, la televisión, el vídeo, los ordenadores y ahora la Internet y la web 2.0, incluyendo los hipermedia y los sistemas tutores inteligentes.
Mayes sostenía en 1995 que, al igual que Bill Murray en la película, solo escaparíamos al «Día de la marmota» de la tecnología educativa, si reconocíamos la «verdadera naturaleza del aprendizaje». Recordemos que Bill Murray solo escapa del día de la marmota y del pueblo de Punxsutawney cuando deja de ser un egoísta engreído e insoportable y consigue la admiración y el amor de la maravillosa Andie MacDowell.
Pero, ¿cuál es “la verdadera naturaleza del aprendizaje”? Según Mayes todas estas tecnologías que generaron tantas expectativas en educación se utilizaron primordialmente para un solo aspecto del aprendizaje: presentar contenidos a los estudiantes (el «delivery»). Pero la «verdadera naturaleza del aprendizaje» no es una, sino trina: la ya citada de distribuir materiales de aprendizaje, que es quizá la parte menor del papel de las TIC en el aprendizaje; en segundo lugar, apoyar la construcción de conocimientos utilizándolos en tareas de aprendizaje ; y, en tercer lugar, promover y facilitar el diálogo para «refinar la comprensión a través de la discusión, la retroalimentación y la reflexión». Conclusión: si la tecnología digital, la web 2.0 y todas las fantásticas herramientas que tenemos las utilizamos solo para «presentar» contenidos, estamos condenados al fracaso.
Según Mayes, sólo una tecnología que apoye todas las fases del ciclo de aprendizaje puede tener una oportunidad de ser transformadora, “ayudando a integrar una pedagogía constructivista verdaderamente centrada en el alumno”. El problema, a mi parecer, es si soportar las tres fases citadas es suficiente para que sea adoptada por la mayoría de los docentes. Y creo que no. Lo que sabemos sobre difusión de la innovación es que se trata de un proceso muy complejo en el que entran en juego factores sociales y psicológicos y no solo la bondad intrínseca de la propia innovación a ojos de los expertos.
Quizá la probabilidad de éxito en la difusión de una tecnología sea inversamente proporcional al cambio de prácticas que suponga para los agentes. Y si soluciona algún problema importante, percibido como tal por los protagonistas. Si la respuesta es “no”, mejor esperamos sentados.
Parece evidente que con las TIC en educación nos enfrentamos a dos procesos diferentes: por un lado, la integración de las TIC en las prácticas “actuales” y mayoritarias de enseñanza y aprendizaje; y, en segundo lugar, a la exigencia o la necesidad de una verdadera revolución didáctica. Y serían dos ideas relacionadas, pero diferentes. Recuerdo perfectamente una charla de Judi Harris en Callús, (el Bages, Catalunya) hace unos años, diciéndonos que integración de las TIC ey la innovación didáctica son dos cosas muy diferentes. A mi me recordó el chiste de los dos vascos que van al monte a por setas y se encuentran un Rolex, pero ese es otro tema. Es un hecho que vemos constantemente ejemplos de uso de las TIC desde planteamientos didácticos netamente instructivistas, para «transmitir» información. Hay muchos docentes incapaces de verle ninguna posibilidad didáctica a la conexión a Internet en sus clases: si el objetivo es que los alumnos se sepan “la materia” que “imparten” (algún día hablaremos de las metáforas de la enseñanza y el aprendizaje) , ¿para qué demonios puede servir la red a estos profesores? De hecho, la ausencia de cambios didácticos es el principal argumento de los vendedores de “soluciones” TIC para la escuela. Pero la apuesta por la que vale la pena seguir trabajando es que las dos, innovación didáctica y tecnológica, deben ir de la mano. Por lo tanto, los procesos de introducción de las TIC deben contemplar los dos aspectos, no solo cursillos sobre tecnología. El riesgo es terminar ignorando las nuevas posibilidades que nos ofrecen las TIC y usarlas para hacer lo de siempre.
Dicho de otro modo: el docente que crea que todo va bien o que lo que va mal no está en su mano solucionarlo, difícilmente encontrará razones para analizar y cambiar su propia práctica. Por ejemplo, atención a los análisis socioeconómicos de las causas del fracaso escolar o al simplismo de echar la culpa de todo a la familia, tan querido en los claustros: no deberían “esterilizar” a la pedagogía. ¿Acaso no es nuestro compromiso? ¿Quién dijo que esto era fácil? ¿No hay nada que podamos hacer?
En su texto de 2007, Mayes ve signos de cambio, especialmente en cómo usan la tecnología los estudiantes (de manera horizontal, al margen de los cauces prescriptos por la institución y los profesores) y escribe: «…tal vez así es como llega la revolución: arrastrándose sin que te des cuenta de cuando las cosas realmente cambiaron, de manera incremental, de abajo hacia arriba, una evolución. ‘El día de la marmota’ puede ser una metáfora que estimule una visión equivocada de la transformación». ¡Menos mal! En tecnología educativa no estamos prisioneros en el “día de la marmota”, aunque si la revolución tiene que llegar por el uso que los estudiantes hacen de la tecnología, ajena a la institución educativa, la brecha escuela-sociedad se convertirá en un abismo. Mayes habla de la universidad, hay que decirlo, no de la escuela o la enseñanza media, pero ¿no hay nada que hacer desde dentro de las instituciones? La desconfianza en las instituciones es un rasgo común a muchos tecnólogos educativos: ¿no están aquí las raíces de los “edupunks”?
(¿Harto/a ya de Sony and Cher? Yo también. Segunda pieza musical: Frankie Yankovic – Pennsylvania Polka).
Anastasia Gouseti, la autora del primer texto que citábamos, nos dice que muchos autores han visto en la web 2.0 la realización de algunos ideales educativos muy anteriores a la tecnología digital y ligados a lo mejor (sí, “lo mejor”, sin duda alguna y esta es una opinión mía) de la pedagogía: la interacción, la creación, compartir, la participación y la colaboración como partes esenciales del aprendizaje.
Pero el hecho de que la web 2.0 sugiera a una serie de docentes que es posible la consecución de tales ideales pedagógicos ilustrados no implica que vayan a realizarse por arte de birlibirloque, sobre todo si la web 2.0 “no les sugiere nada” a la inmensa mayoría de ellos y ellas. Lo que vemos habitualmente es el uso de herramientas de comunicación, participación, de construcción social de conocimiento, etc. desde planteamientos didácticos muy “cortitos”. No hace falta citar estudios sobre lo poco que están cambiando las cosas en las aulas en todas partes: en este blog son una constante que ya aburre a su autor. ¿Corremos el peligro real de un nuevo «día de la marmota»?
¿Estamos con toda seguridad atrapados en el día de la marmota? ¿La revolución digital es una moda que pasará? ¿Por qué esta tecnología tendría que ser diferente de las anteriores? Mi respuesta quizá les parezca simplona, pero creo que vale la pena luchar para que escapar del día de la marmota. La escuela acabará usando las TIC, y dentro de éstas, la web 2.0, que es más una actitud que una tecnología, la 3.0 (a la que no le veo mucha punta didáctica todavía), la realidad aumentada, las redes sociales, el m-learning y todo lo que venga o está aquí ya en algún informe Horizon, subiendo la pendiente de Gartner, y más pronto que tarde. La razón es que la tecnología digital, las redes, la Internet, etc. están cambiando el mundo y su impacto está siendo tan fuerte en todos los ámbitos de la vida que ninguna institución podrá sustraerse a ellas a riesgo de convertirse en irrelevante. Y si ello ocurre, desaparecerá, vivirá primero un lento declive y luego… adiós. Así de simple: o la escuela forma para y desde la sociedad del conocimiento y emplea las tecnologías que la conforman o desaparecerá como institución relevante en la formación. Esperemos que además se enseñen también las actitudes y los valores adecuados.
Soy un iluso. Creo en las vanguardias. Es cierto que algunas veces fracasan. Pero otras, en cambio, cuando vuelan a favor del viento social y económico, consiguen contagiar y movilizar a sus compañeros y compañeras y generalizar ideas, valores, actitudes y procesos. Pueden influir y guiar la corriente hacia sus valores. Ahí vamos: primer objetivo, usar las TIC de manera pedagógicamente progresista, al servicio de los intereses y necesidades de los alumnos y alumnas, formando ciudadanos y ciudadanas competentes, justos y críticos, y no al servicio del capitalismo postindustrial; segundo objetivo, convencer cada día a algún compañero o compañera para que nos acompañen en este apasionante viaje. Ya se que parezco iluso, pero, es porque, como decía la canción, tengo ilusión. Me dedico a la enseñanza: la ilusión va en el pack, como Mari Carmen Devesa nos recordaba en su blog hace unos días, en palabras de Freinet:
«No podéis preparar a vuestros alumnos para que construyan mañana el mundo de sus sueños, si vosotros ya no creéis en esos sueños; no podéis prepararlos para la vida, si no creéis en ella; no podríais mostrar el camino, si os habéis sentado, cansados y desalentados en la encrucijada de los caminos.»
Celestin Freinet
Amen.
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