Leo hoy en El País que «El ministerio [de educación] propone crear un ‘sistema de difusión de información sobre los centros educativos’” (Un polémico ‘ranking’ de colegios):
El departamento de José Ignacio Wert ha propuesto a las comunidades autónomas la creación de una plataforma en Internet en la que se ofrezca información sobre todos los colegios e institutos que se sostienen con fondos públicos. Esa web serviría, según la propuesta del Ministerio de Educación, “para la rendición de cuentas” de los colegios y “para facilitar el ejercicio de la libertad de elección de centro educativo por parte de las familias”.
La idea de crear este sistema, en el que se ofrecerían los datos de pruebas externas de evaluación detallados por centro, ronda la cabeza de los dirigentes del PP desde hace años. La Comunidad de Madrid ya ha puesto en práctica esta medida. Realiza desde 2005 exámenes externos a los colegios públicos, concertados y privados. Luego, difunde los resultados de cada centro, lo que acaba en la publicación en los medios de comunicación de un ranking que las familias consultan para orientarse sobre dónde matricular a sus hijos. Wert, al poco de tomar posesión de su cargo, señaló que una de sus prioridades era que los centros rindan cuentas.
La Consejería de Educación [de la Comunidad Valnciana] ha realizado recientemente las pruebas de Evaluación Diagnóstica para conocer el nivel de los alumnos de 2º de ESO en varias materias, entre las que incorpora por primera vez la competencia digital e informática de los estudiantes. Pero, con una singularidad. En vez de realizarse con ordenadores, deben responder por escrito las diez páginas del examen. Los estudiantes tienen que demostrar su habilidad en las nuevas tecnologías para “arrastrar una imagen hasta la última página”, “guardar una página” o “copiar y pegar” a través de un cuestionario de 25 preguntas sobre el papel, sin teclado. [Por si hay alguna duda, aquí está el examen al completo (en valenciano)].
En educación, en ocasiones, no nos entendemos. Así de claro. Hablamos y hablamos y descubrimos que el otro/a utiliza las mismas palabras que nosotros, pero se refiere a cosas distintas. Y es frustrante porque ponerse de acuerdo es casi imposible.
Hace un tiempo que me pregunto por qué cuando «llega» la tecnología a un aula o centro, los docentes la emplean de forma tan distinta. Mientras unos (solo) ven un tipo de uso, posibilidad o affordance, otros ven muchas posibilidades, a veces radicalmente diferentes. Pondré un ejemplo: las pizarras digitales. Quizá sean los dispositivos tecnológicos más populares en nuestras aulas. Sin embargo el uso que de ellas hacen muchos docentes es, desde mi punto de vista y que me perdonen, decepcionante. La usan solamente para presentar contenidos a los alumnos, como la pizarra de toda la vida o el dichoso Powerpoint, que tan mal usamos todos. En cambio, en algunas aulas, ves como los alumnos «salen» a la pizarra en grupo a realizar actividades con la ayuda del profesor/a y toda la clase y preparan ellos mismos presentaciones dinámicas usando medios y lenguajes diversos, etc. Es otro estilo, ¿no? Continue reading «Concepciones de la enseñanza»
En la entrada anterior, al hilo de un artículo de EDUTEC, hablaba de la escasa presencia de las TIC en los nuevos planes de estudio de Magisterio (que en el Máster de Secundaria se convierte en nula). Algo grave si queremos introducir las TIC en las prácticas cotidianas de nuestros centros docentes. Todo eso de la Escuela 2.0.
Aunque parezca evidente, mucha gente, incluso profesionales de la educación, hablan y actúan como si para usar las tecnologías de la información y la comunicación como docentes bastara con saber algo de informática, la que se aprende usando Facebook y el Word, y poco más. Quizá sea porque las han usado poco ellos mismos/as en su práctica profesional. No es extraño oir discursos en la línea de que los jóvenes que llegan a la universidad para formarse como docentes ya poseen la competencia digital y, por tanto, no hace falta incluir ninguna asignatura, módulo, contenido, actividad, etc. específicos. Pues miren, no basta. Ni de lejos. ¿Quieren un ejemplo? Piensen en la diferencia entre «saber usar el PowerPoint» y «saber hacer una buena presentación» o entre «usar Facebook» y «saber crear y dinamizar una comunidad de aprendizaje apoyada en una red social» o entre «crear una página web» y «diseñar una actividad didáctica con TIC» o entre «crear un blog» y «crear y mantener un blog de aula». Y si hablamos de actitudes, las diferencias son aún más grandes. Por traer aquí solo un par de ideas que cito a menudo: actuar como si la escuela fuera una isla o un nodo de una red o tener la capacidad de seguir aprendiendo y desarrollándote profesionalmente enriqueciendo tu propio PLE o, en plan macro, diseñar un plan TIC para un centro y saber dinamizarlo y hacer el seguimiento correspondiente. Y todo esto no son competencias, son solo concreciones muy específicas (y temporales) de competencias más genéricas. ¿Convencidos?
El objetivo, por tanto, es que los/las futuros docentes posean la «competencia digital docente» y no solo la competencia «tratamiento de la información competencia digital» básica, la de todo ciudadano/a que define la legislación vigente sobre enseñanzas mínimas en los niveles obligatorios. ¿»Competencia digital docente»? ¿Usar el PowerPoint y la pizarra digital para enseñar? Bastante más que eso.
¿Quieren saber de qué va todo eso de la competencia digital docente que debería desarrollarse en la formación inicial de los docentes de todos los niveles, incluidos los universitarios (si alguna vez existiera o existiese)? Pues lo primero que deberíamos tener en cuenta es que se trata de un campo en desarrollo, un conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes cambiantes en respuesta al rápido desarrollo de las TIC y del uso que de ellas hacen los jóvenes y no tan jóvenes en nuestra sociedad. Un ejemplo: cualquier investigación o publicación sobre la competencia digital docente de más de cuatro o cinco años es muy raro que incluya el problema de la privacidad en las redes sociales o la «ciudadanía digital», los derechos y deberes que tenemos en ese nuevo espacio de convivencia. Pero hoy, con el 90% de los adolescentes usuarios habituales de las redes sociales es impensable que un docente no posea formación sobre cómo actuar en este sentido. Claro que también podemos pensar que eso es cuestión de la familia y que los adolescentes deben dejar fuera del centro educativo sus relaciones en las redes sociales, los móviles, etc. y concentrarse únicamente en el currículum. Pero es de completos ilusos. También podríamos pedir que se dejen las hormonas en casa, pero eso no va a pasar. Pues lo otro tampoco. Mejor estar preparados y tener formación y criterios. Es más, deberíamos ir un poco más lejos y plantearnos cómo podemos usarlas con fines educativos. El riesgo que corremos si ignoramos todo esto es acrecentar la brecha entre la vida (el hogar y la calle) y la escuela, que ya empieza a ser demasiado grande. El riesgo real es que la educación formal alcance algún día el 100% de irrelevancia social, económica y ciudadana. Y ya vamos por un buen porcentaje.
Casualmente, ayer «encontré» (serendipia) una reciente presentación de Jordi Vivancos sobre este tema que, entre otras ideas muy interesantes, citaba las iniciativas de estándares de competencia digital docente más conocidas. Y como copiar y pegar es una competencia que poseo desde hace años, aquí va una lista. Creo que deberíamos considerarlos solo documentos para la reflexión y el debate. Personalmente no asumiría ninguno al 100%, ni creo que «establecer» estándares mandatorios sea la única o la mejor manera de lograr objetivos educativos (mi fe en el BOE para provocar revoluciones didácticas es bastante escasa 🙂 ). Y todos sabemos que estándares e indicadores son peligrosos en manos de los tontos. Pero es lo que tiene ser un criticón: nada te parece bien del todo.
La lista de estándares de competencia digital docente:
Europa: EPICT – The European Pedagogical ICT Licence® (las «licencias de conducir» europeas siempre me han parecido un sacaperras, pero debe ser mi tendencia a desconfiar de las cosas registradas, protegidas, privativas y nada transparentes).
¿Me dejo alguno interesante? Pues en los comentarios se puede completar esta lista. Las sugerencias son bienvenidas.
Con todo esto, más la literatura científica que analiza y evalúa el resultados de iniciativas que los han puesto en marcha en la formación inicial y permanente del profesorado (si existe), y una buena dosis de sentido común, podríamos empezar a hablar de la competencia digital de los docentes y diseñar algunos planes para el futuro: reformar la formación inicial y permanente del profesorado, crear una certificación TIC oficial para docentes en activo y vincularla a retribuciones, mediante un portafolios docente TIC, etc. Solo son un par ejemplos.
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