Mi amigo Manuel Area escribe en su blog sobre el fin de los libros de texto, o su cambio a un formato digital. Manuel le propuso a la ANELE, la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza, la realización de un estudio que respondiera a preguntas tan cruciales para su futuro como si los libros de texto desaparecerán «fagocitados por el material multimedia ofertado a través de Internet» o si tendrán que reinventarse en formatos híbridos papel/bits.
Al parecer la asociación de empresarios del libro de texto no se mostró muy interesada en el estudio.
Hace unos días, otro amigo, Paco Llorens, nos explicaba en una reunión de Novadors la revolución tecnológica que ha sufrido el mundo de la impresión digital (Print on Demand). En esencia, hoy cuesta más enviar un libro a cualquier sitio que producirlo físicamente. Nos explicó cómo conseguir precios de coste de dos euros (2 €) por ejemplar para un libro de 100 páginas a una tinta, papel interior ahuesado 80/90 gr., portada de cartulina 225/250 gr. a todo color, glasofonado (sea eso lo que sea) brillo, formato 15x 21 (bolsillo) del que editemos de 80 a 200 ejemplares. Es la tecnología que utilizan empresas de publicación bajo demanda por Internet como Lulu.com o Bublok.
Por otra parte, si el nuevo soporte de los libros es el Kindle, el chirimbolo de Amazon, pues para ese viaje no hacen falta alforjas. Casi nada substancial de la cadena de producción/distribución/consumo de la mercancía libro cambiará. Un IPod para textos. Quizá el futuro del libro se inventó hace años y se llama TV. Lo que pasa es que no queremos ni pensar en ello.
[Addenda 28/05/08 13:10: Acabo de leer esta noticia: «La Universitat [de València] se propone editar libros de texto para los alumnos de Bachillerato«. Más leña al fuego.]
Hace un tiempo mi compañera Iolanda Bernabé y yo escribimos un artículo sobre el impacto de las nuevas tecnologías en los libros de texto. Qué mejor ocasión para «reciclarlo» y promover un poco de debate sobre el tema.
Los libros de texto de la escuela en red
Jordi Adell y Iolanda Bernabé
Depto. de Educación
Universitat Jaume I
Castellón de la Plana
Publicado en:
Perspectiva CEP, nº 11, octubre de 2006, págs. 21-33.
ISSN: 1576-043X
1. Las políticas del libro de texto
Jaume Martínez Bonafé, en Políticas del libro de texto escolar (Martínez Bonafé, 2002), analiza el libro de texto escolar como práctica discursiva y como artefacto cultural histórico, y por tanto ideológico, con el que se concreta el currículum en nuestras aulas. Su objetivo, confeso, es convencernos de su obsolescencia.
Martinez Bonafé articula su argumentación en siete puntos esenciales, que recogemos brevemente a continuación:
- El libro de texto define un enfoque tecnológico de la enseñanza que hace tiempo se demostró estéril.
- El libro de texto conlleva una significación ideologizada de la vida, pero en la sociedad actual, la construcción social de las subjetividades se realiza en otros contextos y por otros medios, por lo que no es eficaz en dicha transmisión ideológica.
- El libro de texto concreta en un artefacto intelectual la institucionalización de las relaciones saber/poder en la escuela y es un potente catalizador de una forma hegemónica de entender la enseñanza y el aprendizaje.
- Cómo “práctica discursiva”, el libro vincula a cada individuo a una identidad “sabida, conocida, predeterminada”.
- El texto es un potente regulador del puesto de trabajo de los docentes, de las relaciones entre valor de uso y valor de cambio de la fuerza de trabajo docente, es decir, de las atribuciones de autoridad y capacitación.
- Pero el libro es, sobre todo, un gran negocio editorial que influye directamente en las políticas educativas de los gobiernos.
- La innovación, el cambio y la mejora de la calidad sugieren encontrar alternativas teóricas y prácticas en el proceso de desarrollo del currículum, y en el modo alternativo en que eso va a ser presentado y compartido con los profesores y las profesoras.
Un poco más adelante, Jaume Martínez Bonafé señala:
Cualquier conexión a una red telemática o los soportes en CD, por ejemplo, podrían ser más eficaces en su función de fijar los contenidos de la enseñanza, los tipos de actividad, o la definición del volumen y dosis de información obligatoria y no obligatoria en cada asignatura. La posibilidad de secuencias diferenciadas por niveles de dificultad o cualquier otro criterio, así como una mayor flexibilidad para modificar o revisar el propio contenido curricular en función de las modificaciones producidas en la producción y la circulación de información, aconsejan, igualmente, un artefacto más ágil para la plasmación curricular de la pedagogía reproductiva. Por otra parte, todas las retóricas reformistas aconsejan una mayor acercamiento y reconocimiento de la diversidad del grupo clase, con sugerencias más o menos creativas respecto a los agrupamientos, clasificaciones, y etiquetados, así como hacia las adaptaciones y diversificaciones del texto curricular. Tales funciones requieren de otra respuesta estructural más acorde con las nuevas demandas. (Martinez Bonafé, 2002, pág. ).
Este es el punto en que queríamos comenzar este artículo. Si cruzamos libros de texto y las tecnologías digitales de la información se nos ocurren numerosas preguntas: ¿Cómo serán los libros de texto escolares en el futuro? ¿Qué implicaciones tendrán las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y, en especial, la “escuela en red”, sobre el libro de texto? ¿Las nuevas tecnologías serán un mero complemento al texto actual? ¿Cómo afectará el creciente fenómeno de la digitalización de todo tipo de información al modelo de negocio actual del libro de texto y a los diferentes actores que participan: autores, editores, libreros, Administración educativa, profesores, estudiantes y sus padres y madres? ¿Las nuevas tecnologías redefinirán el libro en tanto objeto (y por ende la variante “libro de texto escolar”) y el libro en tanto “contenido” o “texto” y las prácticas curriculares relacionadas?
Como es evidente, responder todas estas cuestiones está fuera de la capacidad de los autores de este artículo. Nuestra intención es más provocar la reflexión y el debate que presentar cómo será el futuro. No tenemos una bola de cristal. Pero nuestra percepción es que no se trata tanto de un problema tecnológico, aunque también hay interrogantes en esta línea, como de un problema social, económico y legal. Para decirlo de manera rápida: las nuevas tecnologías están cuestionando la manera en que se producen, distribuyen, comercializan y utilizan los libros de texto actualmente y el propio concepto de libro como objeto. El objeto libro (y el conjunto de prácticas a él asociadas) parece, a ojos de un creciente número de personas, un anacronismo en una sociedad en la que una enorme cantidad de información está al alcance de cualquiera en cualquier lugar. Un cambio sustancial en el soporte material de los libros de texto podría acabar con el modelo de negocio actual, fraguado desde la aparición de la imprenta. Pero dicho cambio dependerá de los intereses creados y de las fuerzas emergentes en un entramado de relaciones bastante contradictorio.
El modelo de negocio actual del libro de texto quizá haya entrado en una vía muerta en la que ya se vislumbra su final y las editoriales, los actores más interesados en mantener a toda costa el modelo actual o sustituirlo por otro que deje intactas o incremente, si puede ser, sus ganancias ya se han dado cuenta hace tiempo… a tenor de sus movimientos. El resto de actores, no están tomando iniciativas o, si lo hacen, el caso de la Administración, no se sabe muy bien en qué dirección.
2. La tecnología en aulas y hogares
Los ordenadores y la Internet son cada día más frecuentes en las aulas de nuestras escuelas e institutos y en los hogares. Hay planes y proyectos institucionales en todas las administraciones educativas autonómicas para «informatizar» la educación. Las razones, esgrimidas y reales, son diversas. La justificación más habitual es proporcionar conocimientos y experiencias a los futuros ciudadanos de la sociedad de la información que facilitarán su integración en el mundo del trabajo. La justificación didáctica hace referencia al conjunto de posibilidades que abren las nuevas tecnologías para ofrecer oportunidades más ricas, diversas y variadas de aprendizaje a los estudiantes, en valor como instrumentos para seguir aprendiendo a lo largo del ciclo vital y en las posibilidades de desarrollo profesional de los docentes. Los críticos afirman que, en realidad, lo que se pretende es potenciar el emergente sector de la informática y las telecomunicaciones y que los ordenadores en realidad no aportan ninguna ventaja a la educación, antes al contrario.
La visión que persiguen los partidarios de la tecnología es un ordenador conectado a Internet en cada pupitre y en cada hogar o, un paso más allá, un portátil (ligero, barato y conectado a la red) en cada mochila de cada estudiante. No vamos a analizar pros y contras, trasfondos e intereses, promesas y realidades. Baste decir que, en ocasiones, la tecnología puede usarse de acuerdo con la agenda prevista por las autoridades o subvertirse y ponerse a trabajar al servicio de los usuarios. La Internet es el mayor ejemplo de una tecnología que nació para un propósito definido de comando y control en el ámbito militar y que, cuando cayó en manos de la gente fue «subvertida» y puesta al servicio de los intereses reales de las personas (a veces loables, otras no tanto). Es decir, aunque los motivos reales de informatizar los centros educativos sea criticable, los resultados no lo serán si los docentes sabemos “poner a trabajar” dichos medios al servicio de los intereses reales de nuestros estudiantes.
Pero volvamos al hilo de nuestra argumentación. Podemos aceptar la premisa de que cada día los ordenadores en red son más viables como plataforma para presentar información y contenidos a los estudiantes e, incluso, para proponer y realizar con ellos actividades didácticas, es decir, para sustituir total o parcialmente a los libros de texto. En nuestro país proyectos como Linex, Guadalinex, Max o Lliurex, entre otros, han acelerado la implantación y el uso de ordenadores en la aulas y la formación del profesorado. Los ordenadores en red permiten hacer bastantes más cosas que los libros. En primer lugar, la riqueza de medios y lenguajes que se pueden utilizar con los ordenadores frente al libro (texto e imagen estática) y la flexibilidad con la que podemos integrar medios y diseñar «caminos» o «recorridos» por la información. Así, en una enumeración rápida, los “materiales” electrónicos pueden tener las siguientes características: multimedia, interactividad, hipertextualidad, adaptabilidad e individualización, actualizabilidad inmediata, escalabilidad en masa y una gigantesca fuente añadida de recursos gratuitos si usamos la Internet (la metáfora de la Internet como biblioteca).
Además de vehículos o canales de la información, las nuevas tecnologías también son herramientas poderosas para expresarnos y comunicarnos: podemos producir, compartir y difundir información en múltiples lenguajes, formatos y medios (la metáfora de la Internet como imprenta). Los ordenadores en red nos permiten comunicarnos con todo el mundo y colaborar tanto en la elaboración de actividades de aprendizaje para nuestros alumnos como en iniciativas de desarrollo profesional formal (cursos, seminarios, etc.) y, sobre todo, informal como docentes (un ejemplo, sumamente interesante y por analizar, es lo que podríamos denominar la “blogosfera educativa”: el conjunto de weblogs o bitácoras de profesores, que escriben, se leen entre sí, comentan sus aportaciones, se critican, aportan información y enlaces a recursos de interés, etc.). Todas estas actividades se resumen en la metáfora de la Internet como canal de comunicación educativa.
Todas la posibilidades didácticas citadas en apoyo de la introducción de los ordenadores y la Internet en las aulas y los hogares podrán generalizarse, más allá de los grupos de docentes innovadores que han comprendido la fuerza educativa de las nuevas tecnologías, en momentos determinados en función de los intereses diversos de la Administración educativa (por ejemplo, dar imagen de modernidad ante los padres votantes o ahorrar dinero en los planes de formación permanente del profesorado), de la industria tecnológica (por ejemplo, vender muchos ordenadores y servicios asociados) y de la industria de los contenidos (por ejemplo, no perder la gallina de los huevos de oro de los libros de texto por los materiales libres y gratuitos y crear la necesidad de nuevos productos educativos ligados a la nueva plataforma). El juego de intereses de todos los implicados será quien determine el futuro. Pero, y este punto es importantísimo, debemos ser conscientes de cuáles son nuestros verdaderos intereses como docentes preocupados por una educación pública de calidad para todos.
3. El libro, versión 2.0
Puede que este apartado escandalice a más de algún lector: no es fácil aceptar una tecnología que hemos conocido toda la vida, que ha conformado nuestra manera de pensar, por la que sentimos un aprecio difícil de justificar a la vista de su calidad y del modelo de negocio que hay tras ella y que casi se ha vuelto invisible por habitual, esto es, el libro de texto, desaparezca. Pero, ¿por qué tendría que desaparecer? ¿Hay indicios de que pueda suceder en un futuro no muy lejano? No excesivos. Al menos no pasado mañana. Pero sí que hay ideas y reflexión sobre qué puede suceder, sobre cómo podrían los autores y lectores aprovechar el tremendo potencial de las nuevas tecnologías y sobre cómo puede afrontar la industria la convergencia digital (Lynch, 2001).
Es más, no todos los libros son iguales ni se leen por la misma razón ni de la misma manera. Diccionarios, enciclopedias, manuales, monografías, novelas o recetarios de cocina son cosas muy distintas que requieren tratamientos diferenciados. Es preciso distinguir entre “libros para leer” , “libros para consultar” y “libros para estudiar”. Concepto al que estudiantes y profesores damos, sin duda, significados, y por tanto, comportamientos, diferentes. Pero veamos algunas ideas sobre los “nuevos libros” antes de centrarnos en los “nuevos libros de texto”.
Dan Visel (2006) es uno de los investigadores que ha hecho aportaciones interesantes sobre el nuevo modelo de libro. Hasta la fecha, afirma Visel, los fracasados intentos de “libro electrónico” han seguido uno de dos modelos. El primero, que denomina “basado en PDF”, imita en el medio electrónico las características del libro físico: es un único fichero, a veces protegido por palabra clave, que se puede leer con un lector software o hardware, imposible de anotar o modificar o compartir entre los lectores usuarios, es complicado incrustarle otros medios (como audio o video) y que tiene el mismo aspecto para todos los lectores. Autor, lector y editor tienen en este modelo los mismos roles y mantienen las mismas relaciones que en el modelo tradicional. El modelo de negocio del libro se mantiene intacto en su mayor parte. Esa es la razón de las limitaciones impuestas por la industria al autor y al lector en su diseño: dejar las cosas como están. Los grandes perdedores de este modelo son los pequeños libreros (si es que queda alguno ya): los libros de venderían y se comprarían por Internet. Las editoriales bajarán costes espectacularmente, aunque no parece que esto repercuta en el precio final para el comprador.
El segundo modelo, “basado en el lector (browser)”, utiliza algún tipo de lenguaje de marcas (HTML o XML) para etiquetar las distintas partes de la estructura del texto. La presentación ante el lector se deja a su criterio mediante el uso de diferentes hojas de estilo en la aplicación lectora, un cliente web normalmente. Este modelo tiene ventajas e inconvenientes sobre el anterior. Pero ambos comparten un grave problema: tratan el libro como un texto. Un texto, afirma Visel, es solo parte de un libro. Un libro es un entorno de lectura. Y el libro electrónico en red debería ser también un entorno de escritura.
Los libros electrónicos deben solucionar diversos problemas. El primero es el de la preservación. Los medios cambian. Los formatos cambian. Los libros electrónicos, ¿durarán legibles quinientos años o más como los de papel? Las soluciones a este problema pasan por políticas activas y deliberadas de preservación y por el uso de formatos abiertos y estandarizados: nadie en su sano juicio confiaría la preservación de la cultura y el conocimiento de la Humanidad a un formatos propiedad de una empresa privada. Los problemas actuales de preservación derivan no solo del uso de formatos electrónicos, sino especialmente del boom informacional: jamás en su historia la Humanidad había producido y consumido tanta información como en nuestros días.
El segundo problema es el de la anotación. Los libros de tinta y papel son anotables: el lector puede consignar sobre ellos sus ideas y comentarios, puede subrayarlos y compartir con otros lectores sus anotaciones (solo con uno cada vez, posiblemente). Esta idea es, sin duda la más revolucionaria de las presentadas hasta ahora y ha motivado el título de este apartado, aprovechando el momento de la web 2.0, la web de lectura/escritura. Los nuevos libros deberían ser más parecidos a una conversación que a un monólogo, porque leer un libro es en realidad una experiencia social, un diálogo entre el autor y el lector en primer lugar y, en segundo lugar, entre los propios lectores. Un libro que “viva” en la Internet (no que “circule” por la Internet) debe permitir que los lectores lo anoten y asocien sus comentarios al texto, preservando su integridad sin duda, y que intercambien ideas al respecto. Un lector podrá acceder al texto original, a las anotaciones de otros lectores, al debate actual o pasado sobre el texto e, incluso, a las modificaciones del propio autor, fruto del debate.
La tecnología permite el “libro vivo”, el libro permanentemente actualizado o modificado por el autor, fruto de los cambios de sus ideas, de la comunicación con sus lectores, preservando las versiones anteriores, claro está. Otra idea esencial es que la potencia de las herramientas para trabajar con información digital debe permitir que los autores sean también en buena medida los diseñadores de los aspectos formales y de los componentes multimedia e interactivos del texto. El nuevo libro no será solo texto e imagen estática. Cualquier combinación o incrustación de medios debe ser posible: video, audio, presentaciones, simulaciones, datos dinámicos fruto de consultas a bases de datos externas, etc. Tampoco tiene por qué seguir siendo “lineal”: su estructura de navegación puede ser fijada por el autor o se puede dejar a la voluntad e intereses de cada lector: un “hipermedia”.
Para hacer posible todas estas ideas, los libros tienen que dejar de ser objetos físicos o remedos virtuales de objetos físicos, como los actuales libros electrónicos. El “lugar” de los libros no será el ordenador personal o un soporte físico (CD, DVD, etc.), aislado. Su “lugar natural” será la red: serán mas un espacio de comunicación entre autores y lectores que un producto. Aunque se debe poder leer offline.
En la Internet, además, los libros pueden explotar los “efectos de red”. Ben Vershbow (2006) ha escrito tres provocativos artículos en su blog (una de las herramientas que más ha inspirado a los investigadores sobre los nuevos textos) titulados “El libro le está leyendo a Usted” en los que plantea esta idea. Las nuevas bibliotecas podrán aprovechar las posibilidades de las aplicaciones en red para, por ejemplo, unir lectores con similares intereses, aconsejar nuevas lecturas en base al comportamiento de otros lectores (eso ya lo hace actualmente Amazon con notable éxito), crear nuevos textos “comunicando” libros con otros libros o con bases de datos (links), o poner en marcha sistemas de prestigio y valoración controlados por los lectores. Los libros tendrán, en palabras de Vershbow, “vida social”, un producto de la interacción entre autores y lectores y lectores entre sí.
Es evidente que para llegar a este nuevo tipo (¿utópico?) de libro es necesario cambiar muchas cosas: ideas preestablecidas, intereses formidables de la industria editorial, hábitos de siglos, etc. Si las tendencias de la web 2.0 se extienden al libro, las empresas del futuro no serán más productoras y distribuidoras de objetos, sino “gestoras de la interacción entre los lectores”. Si los autores tienen control completo sobre el contenido, el aspecto y el comportamiento de sus obras, las editoriales perderán parte de sus funciones. Las funciones de selección y control de calidad, ¿se delegarán en los lectores, como en la actual blogosfera o en un karma producto de las valoraciones de los usuarios como en comunidades tipo Slashdot o eBay? ¿Es el modelo Wikipedia un modelo del libro vivo y social del futuro?
Lo que sí parece evidente que quien controle la “vida social” del libro controlará el “entorno de lectura y escritura” con el que se intenta redefinir el libro. Un peligro sumamente real, a la vista de lo que está ocurriendo con el software social en la Internet, aunque los intereses de las empresas de la web 2.0. son similares a los de las actuales grupos editoriales, esto es, ganar dinero. Quizá las instituciones públicas encuentren un camino para asegurar el interés público, incluso o especialmente el de las minorías, en este escenario incierto.
4. Los libros de texto digitales
¿Cómo serán los libros de texto de la escuela en red? ¿Cómo serán las prácticas de enseñanza/aprendizaje que propiciarán dichos libros de texto en los centros docentes? A nuestro juicio existen diversos escenarios posibles, aunque algunos más probables que otros, dependiendo de qué actor consiga controlar la escena.
Los actores que participan de esta obra son: los autores, las editoriales, la Administración educativa (estatal y autonómica), los docentes y los usuarios/consumidores: los estudiantes y sus padres y madres que adquieren el libro de texto. Con el guión actual, cada actor tiene un rol bien definido y límites estrictos. Así, los autores crean los libros a cambio de un (pequeño) porcentaje de las ventas, las editoriales producen, publicitan, distribuyen y comercializan los libros a través de las librerías, las grandes superficies, asociaciones de padres y madres, etc.. Los docentes seleccionan qué libros se utilizarán y prescriben las formas concretas de su uso en el aula y en casa. Los estudiantes son quienes “consumen” el producto en forma de estudio, ejercicios y actividades, y los padres son los que pagan el libro. Las ganancias anuales de las cuatro o cinco grandes editoriales de nuestro país que editan libros de texto son enormes, los autores cobran poco, los padres ven como cada año la factura de los libros aumenta hasta hacerse difícil de pagar. En algunas comunidades autónomas, la administración subvenciona total o parcialmente el considerable gasto para las familias que suponen los libros de texto. Es decir, en una falsa solución democratizadora, repercuten el gasto en toda la sociedad en lugar de, por ejemplo, limitar las ganancias escandalosas de las editoriales, creando y distribuyendo sus propios libros de texto.
En el ciclo del libro de texto hay varios momentos en los que participan de diversa forma los diversos actores. El primer momento es el diseño del currículum. Lo legisla en nuestro país a la administración central, que fija las enseñanza mínimas o comunes. La administración autonómica completa el currículum en los porcentajes legislados y regula la enseñanza de la lengua propia, si la hubiere. El segundo momento es el de la creación o autoría, las editoriales encargan a los autores los libros de acuerdo con las prescripciones legales. El tercero es la distribución y venta, los canales por los que el libro llega a los usuarios. El cuarto momento es el uso didáctico de los libros de texto: tiene lugar en el aula y los hogares y lo prescribe el docente.
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han entrado en la cadena del libro de manera superficial y para reforzar el modelo de negocio actual: se usan para producir el libro y para gestionar su distribución y venta, pero no han cambiado el objeto en sí, ni la manera de utilizarlo en las aulas.
Sin embargo, ante el embate de las nuevas tecnologías, algunas editoriales de libros de texto han comenzado a dibujar su “futuro modelo de negocio”. En esencia se trata de crear una versión digital de los libros actuales “enriquecida” con ejercicios autocorrectivos y media (fragmentos de audio, video, simulaciones, etc.) y fragmentadas en unidades, lecciones y actividades.
A fin de evitar las «complicaciones técnicas» a los docentes, los libros de texto electrónicos residirán físicamente en los servidores de la editorial. Lo que los padres y madres (o las autoridades educativas) «comprarán» en realidad será el acceso de sus hijos durante cierto tiempo a los materiales. Naturalmente, los materiales no serán un solo fichero ni seguirán estándares internacionales de empaquetado (IMS Content Packaging, por ejemplo) , que permitirían «transportarlos» a una plataforma diferente o «reorganizar» y editar los materiales de acuerdo a las preferencias del docente («quito el tema 3 y pongo el 4 después del 7»). Los materiales funcionarán únicamente en la plataforma de la editorial, que ofrecerá «valores añadidos» a los usuarios. Por ejemplo, herramientas de autor para que los docentes puedan elaborar y distribuir actividades didácticas para sus estudiantes (aunque solo para ellos, no para compartir con otros docentes), el «modo espía», para que los padres y madres puedan entrar y ver los progresos de sus hijos, las faltas, los deberes, etc. Incluso tendrán herramientas para comunicarse vía Internet con los maestros a través de la plataforma. Una alianza con las autoridades educativas, o las empresas públicas que gestionan los proyectos tecnológicos del país para experimentar y compartir tecnología y conocimientos sería muy ventajosa: podrían definir el “nuevo libro de texto”.
Un aspecto interesante (y hasta cierto punto irónico) en la ecología de los materiales educativos es que no es en absoluto descartable que si las editoriales tradicionales no dan pasos decididos para satisfacer las necesidades de los nuevos escenarios tecnológicos escolares y para explorar nuevos modelos de negocio relacionados con formas emergentes de distribución y acceso a los contenidos, lleguen empresas de otros sectores que «entiendan» el nuevo negocio y a los nuevos consumidores y que dispongan de los recursos y el atrevimiento necesarios. Al lector, todo este panorama le puede parecer ciencia ficción paranoica: una teoría de la conspiración. Sin duda es algo paranoica, pero no es ciencia ficción en absoluto.
En la Internet es posible ver ya demostraciones de este modelo de negocio y de nuevo libro de texto electrónico que están proponiendo algunas editoriales. Les pondría un ejemplo, pero no se si no cometería un delito, ya que su web reza:
© 2005 XXXX (nombre de la empresa), S.L.
La información contenida en esta web ha sido elaborada por XXXX, S.L. Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta web se puede reproducir, copiar, alquilar, prestar o trasmitir por medio alguno, ni traducir o reducir a ningún soporte electrónico ni a ninguna forma legible en máquina sin autorización escrita del titular del copyright.
De hecho, citar aquí su nota de copyright (que forma parte de su web) sin permiso debe ser ya un delito.
5. Liberemos a los libros
Si los libros de texto digitales del futuro son lo que las editoriales deciden, podemos estar seguros de que tendrán las características que les interesan especialmente a las editoriales. Y éstas características no tienen por qué ser especialmente atractivas para el resto de actores. Pero hay alternativas.
En la Internet se está alumbrando un nuevo tipo de libro. De hecho, dos recientes iniciativas merecen atención. Una es The Processed Book Project (Esposito, 2003), un entorno de lectura social, bastante similar al descrito anteriormente, de especial interés para la educación superior. Y Sophie, un proyecto del Institute for the Future of the Book para desarrollar un conjunto de herramientas que faciliten la construcción de documentos multimedia “vivos” en la red. Ambos son software libre.
Pero lo que realmente debe hacernos albergar esperanzas es el creciente número de docentes que utilizan la Internet para crear juntos y compartir materiales adaptados a sus alumnos (Adell, 2005). Las ideas que están en la base del software libre se están extendiendo a otros ámbitos. Uno de ellos es el de los materiales formativos. Dispersos, organizados más por su tipo que por los objetivos curriculares que persiguen, existen un creciente número de recursos excelentes que pueden utilizarse en las aulas. La convicción de que los propios docentes, directamente, sin estar mediados por intereses comerciales, somos quienes más tenemos que decir sobre los materiales curriculares y cómo utilizarlos se está generalizando. La tecnología juega a favor del docente/autor: cada vez hay más herramientas que permiten desarrollar proyectos complejos e incorporar otros medios como el audio y el vídeo con facilidad. Cada vez es más sencillo compartir materiales por la red. Solo es cuestión de querer.
Referencias:
ADELL, J. (2005). Del software libre al conocimiento libre. Andalucía Educativa, nº 51 Octubre de 2005.<http://elbonia.cent.uji.es/jordi/wp-content/uploads/docs/Andalucia_educativa.pdf>.
ESPOSITO, J.J. (2003). The processed book. First Monday, 8 (3) (Marzo de 2003), <URL: http://firstmonday.org/issues/issue8_3/esposito/index.html>. Consultado el 20 de junio de 2006.
LYNCH, C. (2001). The Battle to Define the Future of the Book in the Digital World. First Monday, 6 (6) (Junio de 2001). <URL: http://firstmonday.org/issues/issue6_6/lynch/index.html>. Consultado el 20 de junio de 2006.
MARTINEZ BONAFÉ, J. (2002). Políticas del libro de texto escolar. Madrid: Morata.
VERSHBOW, B. (2006). The Book are Reading You. If: Book Blog. <URL: http://www.futureofthebook.org/blog/archives/2006/01/the_book_is_reading_you.html>. Consultado el 20 de junio de 2006.
VISEL, D. (2006). Sophie. The Future of Book Institute. <URL: http://www.futureofthebook.org/sophie/SophieIntro.pdf>. Consultado el 20 de junio de 2006.