Artur Aparici es un compañero de la UJI (profesor de sociología) que envía regularmente artículos interesantes a una lista de amigos. Esta semana me hizo llegar los enlaces a dos artículos sobre la situación actual de la universidad, y la educación en general, que eran una invitación a reflexionar y posicionarse, a tomar partido o a elegir bando. El primero (Rafael Argullol: “Disparad contra la Ilustración” (El País, 7/09/09)) hacía resonar mi parte más somática y visceral («¡Cuánta razón tiene el autor! Esto se hunde»). El segundo (Luis Felip López-Espinosa: «Los Cylons y la Ilustración«. (Rebelión, 9/09/09)), en cambio, respondía a la pregunta clave («¿Y qué puedo hacer yo?») desde la parte más racional y moral de nuestra profesión. El cinismo no es la solución, es parte del problema.
El saber no da la felicidad, seguir luchando en medio de las estructuras para poder ser intelectuales honrados es lo más difícil del mundo. En estas condiciones donde los procesos de selección premian a los «lectores del BOE», a los burócratas acomodaticios, a los imbéciles, a los corruptos… ser honrados es lo más difícil. Pero a eso se debería enseñar en las universidades públicas: a ser buenos intelectuales, honrados y libres. Y la primera norma de la ética intelectual es que no es de bienes, de satisfacción cotidiana, de lo que se trata.
Luis Felip López-Espinosa: «Los Cylons y la Ilustración«. (Rebelión, 9/09/09).