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Una lección desde el San Walo

El año pasado, el último tema que tratamos en la asignatura «Nuevas tecnologías aplicadas a la educación» de la titulación de Maestro de Educación Primara (en la UJI) se tituló «Análisis de un centro TIC». Escogí el San Walabonso de Niebla (Huelva) porque lo conocía directamente y porque podíamos no solo analizar su web y las múltiples actividades TIC que comparten con el mundo. Conocía al claustro de profesores y podíamos también hablar con los niños y niñas. Y así lo hicimos.

Después de una semana en la que los y las estudiantes de magisterio de la UJI recorrieron sus páginas web, vieron sus vídeos en YouTube, las Webquest y cazas del tesoro, las actividades diversas con TIC, el blog los alumnos, el de meteorología escolar, los cuentos de la Maestra Vicky en Isuu, etc. etc. hicimos una videoconferencia con los niños y niñas de sexto del San Walabonso.

La hicimos con Skype y tras algunos fallos iniciales, nos conectamos con la suficiente calidad como para charlar. Yo hablé un poco con Fernando y otros profes y dejamos que mis alumnas (la mayoría eran chicas) les preguntaron cosas a los chavales del San Walabonso. La cosa fue bien, los chicos y chicas estaban un poco sorprendidos por el interés de unas chicas tan mayores, que pronto serían maestras, por ellos y su escuela. Y mis alumnas estaban sorprendidas por el desparpajo de los alumnos de sexto y la naturalidad con la que se tomaban una videoconferencia por Internet, la primera para muchas de ellas.

Después de varias preguntas y respuestas, ya casi terminando, les dijimos a los chicos y chicas del San Walo si querían hacernos alguna pregunta. Se acercó un chico rubito (Yuri) y les dijo «Y en la universidad en la que estáis, ¿tenéis ordenadores en todas las aulas como nosotros?» Mis alumnas se miraron y una de ellas (Mari Carmen) contestó: «No, hay algunas aulas informáticas y cuando tenemos clase de prácticas vamos allí». Y Yuri, se lo pensó un momento y les dijo: «Bueno, quizá algún día tendréis».

Natualmente mis alumnas se quedaron pasmadas. Yuri las compadecía. Ese comentario hizo más por uno de los objetivos de mi asignatura, convencerlas de que la escuela en la que trabajarán no es como la que conocieron de niñas, que los ordenadores están aquí ya y están para quedarse, que la Internet es una herramientas (y otras cosas) excepcional, etc.  que todas mis clases juntas. Un niño rubito de Huelva de 12 años e hijo de inmigrantes eslavos les había dicho que en una Universidad que tiene las nuevas tecnologías como bandera, que ellas creían el tope de la tecnología, algún día quizá dispondrían de ordenadores en todas las aulas… como ellos ya tenían en el San Walabonso, que era, sin duda, la única manera de trabajar hoy en día. Aquí se terminó el tiempo y la videoconferencia.

Las alumnas de Primaria están ya en tercero. En junio serán maestras. Ya no las tengo en ninguna asignatura, pero las que estuvieron en esa videoconferencia, cuando me las encuentro en el pasillo o la cafetería, se acuerdan más de Yuri y del San Walabonso que de mis clases. Gracias Yuri.

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La pasión del San Walo

Esta noticia no la leerá en los periódicos. No es noticia. No le importa a la gente importante. Pero hoy es un día muy triste para la comunidad de docentes que creemos que las nuevas tecnologías pueden marcar la diferencia.

En las últimas charlas que he dado a maestros y maestras (el sábado pasado, sin ir más lejos, en La Almunia de Doña Godina, Zaragoza) decía que una vez estuve en Niebla (Huelva) y que un grupos de maestros y maestras y unos niños me habían embrujado. Era la única explicación, porque, desde entonces, siempre que hablaba ante más de dos personas de nuevas tecnologías y educación o de construcción colaborativa de conocimientos o de conocimiento libre o de «educación 2.0» o de cómo enseñar valores… tenía que contar la historia de «San Walabonso y la Wikipedia». La he contado tantísimas veces que antes preguntaba si ya la conocían, para no castigarles repitiendo lo ya sabido. Es una historia muy bonita sobre cómo se puede ser innovador en nuevas tecnologías sin exigir el último cacharro del mercado, sobre cómo enseñar a colaborar construyendo algo útil juntos, sobre cómo unir nuevas tecnologías y educación como servicio. Es la historia de un grupo de niños de 6º de Primaria y su maestro que se dieron cuenta que en la Wikipedia apenas se decía nada de Niebla y decidieron escribir ellos mismos el artículo de la Wikipedia sobre su pueblo. La experiencia tenía una profunda sencillez de medios y una grandeza de miras (trabajar para que los otros sepan) que me encantaba y que sintetizaba muy bien lo bueno que podemos hacer en educación con las nuevas tecnologías, el mensaje que hay que darles a los niños y las niñas.

El San Walabonso era un colegio público. Lo visité hace un par de años. Era evidente que no lo había diseñado Calatrava, ni Foster. Era evidente que jamás ningún político daría en él una rueda de prensa. Su aspecto era similar al de cualquier otro colegio público: era modesto. Estaba muy cuidado: se notaba que la gente que trabajaba allí le tenían cariño. Los niños y niñas eran normales: bulliciosos, curiosos (unos extraños han venido de visita, ¿por qué habrán venido hasta aquí?). Pero mientras charlaba en el pasillo con sus maestros y maestras, ellos seguían trabajando en grupo alrededor de sus ordenadores, sin necesidad de que nadie les diera órdenes o les vigilara. Era evidente que estaban haciendo algo muy interesante para ellos. De tanto en tanto venía alguno corriendo a preguntar algo como: «¿está bien esto, maestro?» «Si. Venga, a por el siguiente». Y volvían alrededor de los ordenadores. Estaban hacendo una actividad en la que tenían que buscar cierta información en Internet por su cuenta y estaban divirtiéndose y aprendiendo.

Los maestros y maestras nos abrieron sus aulas y su corazón. Nos explicaron qué estaban haciendo y por qué, las actividades que diseñaban contínuamente, cómo se estaban organizaban para celebrar el Día de la Paz. Vimos hasta el armario de los cables. Era un colegio transparente. En jerga informática era WYSIWYG: lo que ves es lo que hay. Me fui de allí consciente de que había visto algo que tenía que contar a otros, quizá embrujado. Consciente de que en realidad no hace falta mucha tecnología pero sí mucha pedagogía (y mucho amor) para que todo esto de las TIC sirva para algo. Al final nos hicimos una foto en la puerta con todo el claustro.

El CEIP San Walabonso, Niebla (Huelva) 2007
El CEIP San Walabonso, Niebla (Huelva) 2007

Sin embargo hay mínimos por debajo de los cuales no es posible la subsistencia. El San Walabonso ha muerto como centro TIC. Ha muerto de abandono y soledad. No de su comunidad. Padres, maestros y niños siguen queriéndolo y desviviéndose como siempre. Tampoco de la gente que, a distancia, por Internet, visitábamos regularmente sus páginas para ver en qué nuevas aventuras andaban metidos y que los citábamos como ejemplo de los que se puede hacer con ordenadores y mucha imaginación.

¿Qué ha ocurrido? Mejor darle la palabra al propio San Walabonso. Esta es la esquela del CEIP San Walabonso como centro TIC. Ojalá resucite. Ojalá resucite porque los niños y niñas de Niebla se merecen el San Walo. Lo necesitan. Lo necesita el Presidente de la Junta de Andalucía y su Consejera de Educación y sus Directores y Directoras Generales, aunque ellos y ellas no lo sepan. En realidad lo necesitamos todos. Necesitamos muchos San Walabonsos. Si el San Walo muere, ¿quién nos enseñará lo que se puede hacer con las TIC en la escuela? ¿Quién nos mostrará el camino? Salven el San Walo.

Addenda 23/05/09: La esquela ha sido sustituida por un texto, así que ya no tiene mucho sentido incluir un trozo aquí. Algunas reacciones a la queja sobre la muy deficiente calidad de la conexión a Internet, hasta el punto de hacer imposible el trabajo de profesores y alumnos en un centro de referencia a nivel español en la integración de las TIC en el currículum, hace aconsejable aclarar el tema. El proyecto de centros TIC de Andalucía es mejorable, como todo proyecto, pero es un modelo a seguir para otras comunidades autónomas o países. El (mal) servicio de una empresa privada está poniendo contra las cuerdas a muchos centros TIC. Las autoridades deben solucionarlo lo antes posible para permitir que los maestros y maestras comprometidos de los centros TIC sigan desarrollando un proyecto que ha convertido a Andalucía en un referente a nivel internacional. Punto.

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Reacciones reaccionarias

El anuncio del presidente Zapatero de dotar de un portátil a cada uno de los niños y niñas de 5º de Primaria de este país e ir ampliando sucesivamente cursos ha provocado un alud de reacciones de todo tipo. Desde los «genial, pero así no» de los partidarios del software libre y de los que creemos, además, que la escuela necesita cambios metodológicos profundos y con libros de texto electrónicos no cambiará nada, hasta los «con ese dinero que me pongan más personal administrativo» o los de «primero que me formen a mi (que en el año 2009 no se qué hacer con un ordenador y la Internet en clase)».

Este es un país curioso.

Hace 12 años escribí un artículo titulado «Tendencias en educación en la sociedad de las nuevas tecnologías de la información» . Copio aquí abajo dos párrafos que me han recordado estos días algunos de los artículos de prensa, declaraciones de consejeros/as de educación y blogueros diversos. Todo esto, ya ha pasado antes.

Es ilustrativo, a fin de calibrar la magnitud de los cambios en las vidas de las personas que introducen las revoluciones tecnológicas, echar un vistazo a cómo accedían a la información escrita los estudiantes universitarios antes de la aparición de la imprenta y compararla con nuestras actuales bibliotecas universitarias. Con las primeras Universidades aparecen las primeras bibliotecas universitarias, hacia el S. XII-XIII. Aunque la enseñanza se basaba en la memoria, los estudiantes y profesores disponían de bibliotecas para consultar las obras que no podían copiar por si mismos (o hacer que se las copiaran). Las bibliotecas eran colecciones dispersas en distintas facultades, colegios, etc. con pocos libros que, en general, procedían de donaciones o legados. Tenían dos secciones, la magna, con los libros de consulta encadenados (tal era su valor) y la parva, libros que se prestaban depositando en fianza otro libro. Los horarios de consulta no eran precisamente amplios. En el S. XV la Universidad de Salamanca, por ejemplo, tenía un horario reglamentado de dos horas por la mañana y dos por la tarde. Las actitudes de los profesores hacia las primeras bibliotecas no era de entusiasmo, precisamente.

En realidad el negocio lo hacían los «estacionarios», una especie de libreros que disponían de todas las obras que se necesitaban en las universidades, debidamente aprobadas por la autoridad académica. Para ejercer su profesión tenían que depositar una fianza y trabajar bajo la supervisión directa de la Universidad. Su actividad se regulaba en las «Constituciones» y consistía en disponer de copias autorizadas de las obras, divididas en cuadernos, que prestaban a los estudiantes para que éstos los copiaran o los hicieran copiar por amanuenses y luego volvían a recuperarlos. De esta forma las copias se hacían siempre sobre un ejemplar correcto y las copias sucesivas no hacían que se desviara demasiado del contenido original. Este sistema, la «Pecia», era el más común para hacerse con la bibliografía necesaria hasta finales de la Edad Media (Febre y Martin, 1962).

No se a qué me recuerda toda esta historia. Moraleja: compre una Agni y tire la vieja.

Addenda (12:33): Este vídeo lo ha visto todo el mundo, pero es que viene al pelo.