El Periódico de Catalunya publicaba el dia 17 de febrero de 2011 una carta al director de una indignada profesora de Sant Carles de la Ràpita (Tarragona) titulada «Obstáculos digitales» que describe los problemas que sufre cada día en sus clases con los portátiles del proyecto Educat 1×1 (Escuela 2.0 en Catalunya). No me resisto a copiar algunos de sus párrafos y realizar algunos comentarios porque me parece realmente representativa de una situación común en muchas aulas de nuestro país, fruto de un cúmulo de errores de concepto tanto de las autoridades educativas como nuestros, de los docentes. Sería interesante saber cuantos alumnos de aulas Educat 1×1 han recibido la orden de dejar los portátiles en casa e ir a clase con los libros de siempre.
El Periódico de CatalunyaYa está bien. Hemos perdido otra clase por culpa de la digitalización de las aulas. Quiero manifestar mi indignación e impotencia como profesora que tiene que utilizar los libros digitales en las aulas de la ESO. Mi desacuerdo y enojo se centra en la sustitución de los libros de texto por ordenadores. La duración de las clases se ha reducido notablemente, puesto que se pierde mucho tiempo para conectar con los libros digitales y descargar contenidos. Los ritmos de la clase son varios, según los ordenadores de los alumnos; por tanto, no se pueden hacer actividades al mismo tiempo (unos acaban cuando otros todavía no se han conectado). Las pausas que hay que hacer durante las explicaciones a la espera de las descargas y conexiones hacen perder la concentración de los alumnos, que aprovechan para hablar, mirar el archivo de fotografías personales con los amigos o consultar las redes sociales. Cuando consigo proyectar en la pizarra digital la página que quería, habrán pasado, como mínimo, entre 5 y 10 minutos. Hay que volver a reclamar la atención de los alumnos, pedir silencio y levantar la voz.
La primera reflexión parece evidente: la tecnología está fallando. La conexión a Internet no es suficiente para que la profesora proyecte en la pizarra digital, y todos los alumnos tengan delante de sus ojos, la unidad didáctica correspondiente. Eso significa que los alumnos se le «despistan» en la Internet (con lo cual los problemas de ancho de banda deben empeorar). El ritmo único de aprendizaje para todos los alumnos, imposible si no tienen todos el libro de texto digital delante, parece innegociable con este método: explicación a todos, ejercicios comunes y para todos a la vez, comentario de los ejercicios ante todos a la vez, y quizá, resolución de dudas de alguno o algunos alumnos. Mañana más.
Una vez explicados los contenidos, llega la hora de trabajar y aplicar los conocimientos. Antes se hacían ejercicios en la libreta. Ahora, no. Las editoriales digitales han planteado la mayoría de actividades para ser hechas de manera virtual en el ordenador, el cual también da los resultados correctos a los alumnos pulsando un botón. ¡Pura facilidad! Si pedíamos la cultura del esfuerzo, esta es la ley del mínimo esfuerzo.
Estoy completamente de acuerdo con lo de la «ley del mínimo esfuerzo». Pero… ¡si lo que se elimina con los ejercicios «interactivos» no es resolverlos, sino la necesidad de corregirlos y calificarlos «a mano» en la libreta del alumno! El efecto de tanta «facilidad» en los valores y actitudes de los docentes no se ha investigado todavía, pero debe hacerse cuanto antes: puede tener consecuencias nefastas. Hará de ellos y ellas unos vagos que querrán que se lo den todo hecho: las programaciones, los objetivos, los contenidos, las actividades para los alumnos, los ejercicios, las soluciones de los ejercicios, los exámenes, las notas… ¡Alto! Ahora que me acuerdo, ¡si eso es lo que hacen los libros de texto de toda la vida!
Para los deberes, hecha la ley, hecha la trampa: los alumnos son muy espabilados y si les pido que hagan los deberes digitales en casa, la respuesta de los perezosos será que no se pudieron conectar; contra esto no podemos luchar. Los institutos pasarán a compartir la función de enseñar con la función de centros de ocio, donde los alumnos se conectan en sus páginas preferidas entre clase y clase, escuchan música con auriculares, se hacen fotografías con la cámara web, practican juegos de la red. Se nos va de las manos.
Aquello de que «los deberes se los ha comido el perro» parece que ya no funciona como excusa. Lo que no me parece tan grave es el peligro de que los institutos se conviertan en centros de ocio, si todo eso que hacen los alumnos es «entre clase y clase». No se debería actualizar Tuenti en clase, pero en el recreo o entre clases… De todos modos, creía que en los institutos había filtros muy estrictos que no te dejan conectarte a gran número de sitios, etc. Me equivocaba.
Recuerdo las clases de las que salía convencida y orgullosa de lo que había transmitido a los estudiantes. Cumplía mis objetivos. De momento, creo que para lo que queda de curso utilizaré los libros de texto que tenemos aparcados. Esta es la realidad de las aulas digitales. Explíquenme dónde está la mejora de la calidad de la enseñanza, justifiquen la millonaria inversión realizada y el coste que ha supuesto para los institutos la adaptación digital. Y este manifiesto no lo escribe una docente ya con una edad a la que puede costar entrar en el mundo de las tecnologías, sino una profesora joven y motivada con vocación por su profesión, que utiliza la pizarra digital, las plataformas virtuales y que asiste a cursos de formación.
La profesora tiene razón: ¿dónde está la mejora en la calidad de la enseñanza? Si usamos los mismos recursos que antes (pizarra. libros de texto), con la misma metodología (explicación, ejercicios) pero ahora limitados por una tecnología que no funciona (ancho de banda insuficiente) y que impide seguir el método, es más que previsible que los resultados sean peores que antes. La «película» que Educat 1×1 les ha vendido a los profesores es que tras «digitalizar» las aulas, todo sería igual que antes, pero que por arte de magia los alumnos aprenderían más y mejor. Eso significa que los gestores de Educat 1×1 solo proporcionan la tecnología, no la metodología didáctica. La pedagogía la tiene que poner el profesor… sin otra base que su experiencia e intuición. Y eso funciona solo en algunos casos. La formación que han recibido los profesores al respecto es primordialmente tecnológica (cómo manejar los nuevos recursos) y no didáctica (cómo aprovechar las inmensas posibilidades de la Internet en la educación). Tampoco la recibieron antes para ser docentes, ¿por qué preocuparnos ahora? Y, naturalmente, nada de «acompañamiento» en este proceso de cambio. Para un currículum que solo exige «saberse» el libro de texto, la Internet, los ordenadores, y demás zarandajas tecnológicas, sobran. Para una metodología basada en explicar lo que pone en el libro a todos al mismo tiempo y que luego hagan todos a la vez los ejercicios autocorrectivos del libro, quizá quienes sobremos seamos los profesores: basta incluir delante de cada unidad didáctica un vídeo con un avatar explicando la lección y un «call center» online para las dudas. Las editoriales estarían encantadas de montarlos, previo pago por alumno, naturalmente.
La profesora de San Carles está indignada con motivo: los portátiles le han desmontado su práctica docente. Si Educat 1×1 dedicó tanto dinero a crear un mercado online de libros de texto digitales debe ser porque eran imprescindibles para que los profesores puedan enseñar y los alumnos aprender. Y eso es exactamente lo que está intentando hacer: enseñar con la metodología del libro de texto un currículum posiblemente excesivo en contenidos con una tecnología que no funciona. Debe haber muchos docentes en Cataluña tan frustrados e indignados como ella.
Una solución no se si muy costosa sería aumentar el ancho de banda de los institutos. De esta manera se podría hacer lo mismo que antes, pero «en digital». Aunque quizá dentro de un tiempo, en algún PISA, nos diéramos cuenta de que los resultados eran los mismos que antes… no muy brillantes.
Foto: Phillip Howard So that is Scotland. (Licencia CC BY-NC 2.0).