La revista Aula de Innovación Educativa, para su número 185 (octubre), me pidió un artículo de opinión sobre la o las políticas educativas sobre tecnologías de la información y la comunicación. Escribí esto:
Políticas TIC en educación: ¿un viaje a ninguna parte?
Jordi Adell
La política española en relación con las TIC en los últimos años se caracteriza por una sucesión de planes grandiosos, para situarnos “en el lugar que nos corresponde” entre el grupo de países punteros en el desarrollo de la “sociedad de la información” (Info XXI, España.es, Avanza) y un impacto real en educación más que modesto (véase el reciente informe de la UOC y la Fundación Telefónica sobre «La integración de las TIC en las escuelas de educación primaria y secundaria en España»). El anuncio del Presidente Zapatero de “facilitar” un portátil a cada alumno de 5º de Primaria e ir ampliando la iniciativa progresivamente a otros cursos (junto a otros medios tecnológicos para los centros) ha pillado por sorpresa a comunidades autónomas, editoriales, empresas tecnológicas, docentes de a pie y puede que al propio Ministerio de Educación.
El escenario político en el que se desarrolla la educación en España es complejo: las competencias educativas están transferidas a las comunidades autónomas (y cada una va por su lado en el tema de las TIC en educación), pero el Estado se reserva aún competencias importantes (enseñanzas mínimas y estructura del currículum, financiación, etc.). La educación es más un escenario de lucha ideológico-partidista, trufado de intereses económicos y en el que la racionalidad no es un requisito, que una prioridad nacional. Y cada comunidad autónoma tiene su propio “Plan TIC”, en general, completamente ajeno al de otras comunidades.
No parece claro, por ejemplo, por qué modelo de equipamiento se apuesta: aulas informáticas, ordenadores en el aula, Tablets PC o portátiles para cada alumno/a (¿es una evolución?). Ni qué implica la “integración en el currículum” de las TIC: en la legislación se ha definido una competencia digital básica que luego apenas se refleja ni en los contenidos ni en los criterios de evaluación. Hay comunidades que apuestan fuertemente por el software libre (eso si, cada una con su propia distribución) y otras que solo usan software privativo. Tampoco sabemos si la Administración apuesta por materiales libres estandarizados (el Proyecto Agrega) o por los futuros “libros de texto digitales” comerciales de las editoriales de siempre, que, por su parte, tampoco tienen claro cuál es su modelo de negocio en el mundo digital.
Un ejemplo de políticas TIC “al despiste” es Cataluña. El gobierno catalán ha impulsado un proyecto de software libre (Linkat) para educación, pero el Presidente Montilla firmó el pasado febrero un acuerdo con Microsoft para un proyecto piloto según el cual “cada alumno tendrá un Tablet PC (ordenador táctil) repleto (sic) de contenidos educativos digitales «multiplataforma» en catalán… El objetivo, a 10 años vista, es que el PC sustituya al libro de texto en el aula” (El País, 17/2/09). Pero también se apuesta por un proyecto piloto sobre “libros de texto digitales” (Proyecto “Llibre digital i model 1:1”), provocando el rechazo de los docentes que llevan años utilizando las TIC de manera innovadora.
Menos conocido pero de un mayor impacto a medio y largo plazo es el hecho de que la formación inicial en el uso didáctico de las TIC en los nuevos planes de estudio universitarios será una mera anécdota en el caso de los maestros y maestras de Infantil y Primaria y completamente inexistente en la formación de los profesores de Secundaria.
A pesar de todo, las administraciones han adoptado en ocasiones medidas adecuadas y efectivas. Hay centros y docentes individuales cuyo uso de las TIC es un ejemplo a seguir. Sin embargo, en la administración educativa parece no existir una “visión” sobre el papel de las TIC en la educación, ni sobre la magnitud de las transformaciones organizativas, curriculares y didácticas que implica introducir adecuadamente las TIC en la enseñanza y el aprendizaje. ¿Vamos a alguna parte?
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